Estimado futuro yo

Esta es la carta que escribí para el -supuesto- "Concurso Cartas de amor" del año 2017. Los organizadores del mismo no han dado señales de vida desde mayo, por lo que nadie sabe los resultados, ni se sabe cuando anunciarán los ganadores.

No había querido publicar la carta para no romper algunas de las reglas del concurso, pero se ha tardado tanto que en realidad ya me sabe a casabe. Lo publicaré de todas maneras.

Por aquí mi carta:

Estimado futuro yo:

Quizás ésta sea la carta más extraña que haya escrito, sino es la carta más extraña jamás escrita. Y es que a veces pasa que, entre todo lo que acontece, me olvido de la persona más importante de mi vida: yo.

Aunque sé que no debo justificarme ante nadie, está claro que esto no es una declaración egoísta. No he hecho más que vivir al servicio de los demás, al menos hasta este punto de mi vida. Por eso se me ocurrió la idea de escribirte.

No sé cuantos años pasarán para que vuelva a leer estas palabras. ¿10, 20 o 30 años? ¡Quién sabe! ¡Quizás ni las vuelva a leer! Lo importante es que ahora mismo estoy atravesando por distintos acontecimientos que podrían definir los rumbos de mi vida y nunca debo olvidar lo que soy. Tengo miedo, y no debo dejar que ello me consuma.

En primer lugar, del contexto histórico. No creo que en el futuro hayas podido olvidar las 8 horas que tuviste que pasar para comprar tan sólo un par de harina PAN en el supermercado. Por allá, unos luchando por tener el poder, y uno acá luchando por poner comida en el plato. Igual que en los viejos tiempos. Te da miedo que el "no me alcanza" se convierta algún día en "hambre en casa".

Después, están mis temores en el ámbito personal. Estoy a punto de llegar a los 30 y ya me puedo contar las canas. Por lo menos no se ven tan mal y me empiezan a gustar, al menos por ahora. La verdadera depresión llega cuando me hago consciente de que no voy a tener oportunidad de comprar mi propia casa, al menos no en este contexto. Así es como la situación económica empaña mi idea personal de independizarme. También, algún día quisiera tener hijos, aunque preferiblemente en singular. Me preocupa no sea ni uno sólo, al no haber encontrado un espécimen sin el cromosoma Y que quiera hacer el experimento. Por un lado, ya puedo sentir los ojos y oír las lenguas puntiagudas de los que juzgan la soledad; y, por el otro lado, las decepciones del amor me han hecho excesivamente cauteloso y selectivo. Y es que cada vez comprendo menos el amor. Si Sócrates decía "yo sólo sé que no sé nada" y se le consideraba un sabio, entonces yo debo ser el gurú del amor.

Lo único que podría decir que aprendí del amor es que no es un juego de obstáculos, no es un concurso que lo gana el que más se lo merece. Uno no da amor como resultado del razonamiento lógico. Uno da amor porque quiere, porque es el resultado de nuestra voluntad, de querer y procurar lo mejor para una persona, y no porque uno espera un intercambio mutuamente favorable, como si se tratase de una transacción comercial. Verifiqué de primera mano que las mujeres creen más fielmente en esta injusticia: cuando di todo lo que pude de mí y, aun así, no bastó. Única injusticia que, por desgracia, puedo aceptar.

Pase lo que pase, Víctor, espero que no hayas dejado que el miedo te influya. No dejes que nadie te afecte. Recuerda los versos de Pablo Milanés: "...Del presente, qué le importa a la gente, si es que siempre van a hablar". No te abandones a ti mismo sólo por miedo a la soledad; no abandones tus principios por miedo al plato vacío. Nunca abandones la lucha. Y, si es que llegas a cambiar de opinión sobre algo, espero que haya sido como resultado de las conclusiones de tu propio razonamiento.

En fin, en esta carta tan extraña, en la que ni siquiera sabía si la debía escribir en primera o tercera persona, en presente o futuro, sólo quería terminar diciendo: me juro a mí mismo vivir al servicio de mi propia revolución.

Estaré viéndote.
Víctor

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